Editorial El Ateneo nos sorprendió en 2006 con
la obra Nicolás II, el último Zar de Dominic Lieven
porque el autor en su calidad de “gran conocedor del zarismo” no hace otra cosa que “defender al Buen Zar”.
En el Centenario de la Revolución Rusa es bueno ver que opinan los que defienden al zarismo, olvidando los abusos y la “atadura a la Tierra” de millones de campesinos a los que nunca se les reconoció
Derecho Humano alguno.
¿Cómo negar la corrupción, el autoritarismo y la locura de una edad sin
Justicia? ¿Cómo negar los abusos cometidos a su vez por quiénes curaban “luchar” por la Humanidad?
Si la revolución triunfo no fue por la existencia de Lenin con “líder indiscutido” sino que, millones de
personas decidieron decir “hasta aquí llegó nuestro Amor”.
Lenin fue el gran interprete de esa marea Humana que buscaba lo mejor
para sus Hijos y para su Amada Patria. Los crímenes de Stalin no pueden cambiar
la Valentía de la llamada Revolución Rusa, ni su sed de Justicia y Libertad.
En cuanto al autor Dominic Lieven, he de decir que desde 1979 se desempeñó como docente de la London School of Economics, dio conferencias en la Universidad de Harvard y fue investigador contratado de la Universidad de Tokio.
Nicolás II, el último zar cuenta con la excelente traducción de Gabriel Ventureira.
Esta obra de 384 páginas, comprendida en diez capítulos, puede ser muy
polémica si Usted sabe que sucedió en 1917. Pero, si es un lector de best
sellers menor de treinta años va a pensar que toda la culpa era de Rasputín,
que no era un Santo, y sin embargo, no era el único con esa condición.
Lía Olga Herrera Soto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario