viernes, 7 de agosto de 2015

Arqueología Lectora: Muerte en Venecia y Mario y el Mago

  Con el amigo Thomas Mann me sucede lo mismo que con el cine de Irán, a los cinco minutos de ver la película que sea quiero huir a una Tierra Lejana, muy lejana.

  La culpa es mía. Yo lo sé. Soy una mujer de 38 años, nacida al final del Siglo XX, de Padres Católicos propios del Siglo XIX e injertada como una nueva especie de rosa en el Siglo XXI.

  Sumen a estas dificultades que no hablo alemán porque mi Abuelos los aborrecían y prefirieron que yo estudiara italiano y aunque no hablo ni una palabra de portugués, me acunaron con Fados de la Magnífica Amalia Rodrigues. ¿Tiene o no tiene método mi lectura? Estoy más cerca de John Dos Pasos, quién a su vez  me resulta re-moderno, en este pensamiento en red que comparto con sus collages.

  El libro de Thomas Mann que quiero recomendarles es “La Muerte en Venecia”. Es parte de una edición del periódico LA NACIÓN  de Argentina y tiene una trampita.

  En él podemos encontrar la novela corta llamada “Mario y el mago”, cuya lectura compartí en su momento con un querido amigo nacido al cielo llamado Edgardo Molgaray.
  Ernesto Sábato tradujo en Buenos Aires hace muchísimos años dos obras de Thomas Mann interesantísimas “Carlota en Weimar” (Lotte in Weimar) y “Las Cabezas trocadas” (Die vertauschten Köpfe) libros también muy recomendables.

  En el prologo de mi ejemplar de “La Muerte en Venecia” explica Sábato que: “A través de las grandes obras de la literatura me fue dado a entrever el misterio del alma humana, esa región donde sucede lo más sagrado de la vida de toda persona”.

  Yo logro lo mismo hablando con alguien y viéndole a los ojos. Debo ser muy afortunada, leo solo por diversión.

Lía Olga Herrera Soto

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