jueves, 27 de agosto de 2015

Arqueología Lectora: La Segunda Guerra Mundial: El Eje al ataque de marzo a marzo (1941-1942)

 Son las 11:45 de la noche cuando ustedes lean será de día en el día que programe. Shakespeare tiene razón, nunca es más oscuro que antes del amanecer. Ese sentimiento me acompaña cuando estoy leyendo los relatos de los sobrevivientes de Dunkerke y los por menores heroicos, que fueron extraordinarios, de la Batalla de Inglaterra y el terrible ataque a Pearl Harbor.
  Tengo en mis manos este libro del Centro Editor de América Latina, escrito por Miguel de Amilibia y me quedo trunca, ya que, aún no ubico su continuación.
  A riesgo de ser repetitiva vuelvo a comentarles que durante la última Dictadura Argentina (1976-1983) estos libros fueron buscados, secuestrados e incendiados como en el cuento de Ray Bradbury y la continuación de la colección se me ha vuelto una lucha tenaz por encontrar su obra.
  La particularidad de este libro es su solidez historiográfica. Todas sus fuentes escritas y gráficas son verídicas. Fue publicado por el Centro Editor de América Latina desconozco el año, porque a mi ejemplar le faltan las primeras 8 páginas.  Tuve que revolver entre un sinfín de libros usados y junte página por página el resto de la obra de Miguel de Amilibia.
Mi ejemplar no está en las mejores condiciones, sufrió la lluvia, el tiempo y la humedad de casi cuarenta años en algún rincón oculto de Buenos Aires, Argentina.
  Sé que muchos de ustedes no podrán hallarlo, por ese motivo les hablo de él. Hace años que acostumbro leer cuando libro descubro que fue prohibido en su momento. Todos deberíamos hacerlo.
  Quiero recordar en su lectura a los miles de desaparecidos, a los sobrevivientes y a aquellas personas que sin militar en política decidieron construir cuando muchos se hacían añicos.
 Dedico este post a quienes escondieron personas y libros con igual valentía, arriesgando la vida a cada instante.
  Dedico mi homenaje a quienes perseveraron en el estudio y en el trabajo hasta el último momento de su vida y a aquellos que aún perseveran.
Gracias por hacer Digna Nuestra Vida en Comunidad.

Lía Olga Herrera Soto

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