viernes, 7 de abril de 2017

La Gran Guerra II: El Acecho de la Muerte

El archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio austrohúngaro y su esposa Sofía, a la que muchas personas consideraban una Santa, abandonaron el Ayuntamiento de Sarajevo. Viajaban rumbo al hospital de la ciudad en el cual varios heridos se recuperaban de un atentado perpetuado horas antes.
En su momento, se dijo que el automóvil guía de la caravana equivoco el rumbo, por lo cual, toda la comitiva se paralizó en donde Gavrilo Prinzip esperaba noticias de sus compañeros.
Era miembro de la llamada Mano Negra, sociedad secreta empeñada en fundar la Gran Serbia, constituyendo así, la nación de todos los eslavos bajo el dominio de los Habsburgo.
Los disparos de Prinzip acabaron con la Edad de la Seguridad tal como llamaron a la Belle Epoque los escritores Sandor Marai y Stefan Zweig.
El 28 de julio de 1914, Austria declaró la guerra a Serbia. Al día de hoy sabemos que, el alma del atentado fue el responsable del Servicio de Información serbio, Dragutín Dimitrijevic.
El Zar Nicolás II, comprometido en la defensa de la nación balcánica, decidió intervenir en el conflicto. Al día de hoy sabemos que, Alemania alimentó el fervor guerrero austriaco para poder enfrentar a la Madre Rusia cuyo sitio de superpotencia apetecía.
El Káiser, influido por su Estado Mayor, decidió atacar a Francia y a Rusia.  Estos buenos muchachos -  buenos para nada - pensaban que el Zar Nicolás no podría movilizar sus tropas con la rapidez requerida por el caso.
Quisieron derrotar a los franceses haciendo uso del Plan Schlieffen, elaborado en 1905, mediante el cual Francia sería invadida a través de  Bélgica, en ese momento un país neutral.  Pensaban los alemanes que si se ocupaba Francia rápidamente, Rusia no podría movilizar las tropas necesarias para salvarla.
Por tratados preexistentes, Gran Bretaña es garante de la independencia Bélgica hasta el día de hoy. La Invasión de Bélgica provocó el ingreso de Gran Bretaña a la Primera Guerra Mundial. El acecho de la Muerte se hizo real para la vieja Europa.
Lía Olga Herrera Soto






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