
Stefan Zweig, fue criado en la “Edad de Oro de la Seguridad” en la monarquía austríaca, donde su
familia destacaba tanto por su riqueza como por su educación.
Esa monarquía de casi
milenaria cayó con el Imperio Austro-húngaro al finalizar la Primera Guerra
Mundial. Para Zweig, la Viena Imperial “era un mundo ordenado, con estratos bien
definidos y transiciones serenas, un mundo sin odio”. Cayó la Viena Imperial, sin embargo, Zweig no cayó con Ella.
Llevado por el Pacifismo, Stefan soñó con la Internacional de la cultura en una
Europa Unida.
Frente a la Brutalidad del Nazismo, tuvo que exiliarse
primero en Inglaterra y luego en Brasil
durante el año 1941. El autor solo se atribuyó el protagonismo de “haberme encontrado - como austríaco, judío, escritor, humanista y
pacifista – precisamente allí donde los seísmos han causado los daños más
devastadores”.
El 22 de febrero de 1942
se suicidó en Petrópolis, Brasil, junto a su segunda esposa “despojado de todas sus raíces”. El
Matrimonio Zweig dejó un testimonio escrito de que tomaban esa decisión en
plena conciencia de sus actos.
Zweig escribió “El
mundo de ayer”, su autobiografía póstuma. Tal vez pensó que nunca iba a ser
escuchado. Seguramente pensar que el Mundo pertenecería a Hitler lo llevó a
tomar su Valiente Decisión.
“He visto nacer y expandirse el fascismo en Italia, el
nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor
de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura
europea”.
La Unión Europea, decidida a cuidar a los refugiados sirios,
si cumple con su palabra, será el mejor homenaje a este Hombre Justo.
Lía Olga Herrera Soto
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