jueves, 25 de junio de 2015

El Amor y otras Soledades XXVII

Llevaba en sus ojos
la herida de la pena.

Clavadas en su pecho,
iban la Espina y la Estrella.

 Dicen que caminaba a ciegas...

Sintió el más cruel de los fríos,
un horrendo frío de Ausencia,
y no veía la Luna fatalmente bella.

Con caminar muy lento marchaba
por esos caminos de piedra.

Se volvió Loco, decían,
se le achicó el Corazón de Espera.

Lía Olga Herrera Soto

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