Esta semana estoy abocada a la lectura del
libro “Años Inolvidables” escrito por John Dos Passos cuyo
título original “The best times an informal memoir” se conoció mundialmente,
según tengo entendido, en el año de 1966.
El ejemplar que en este momento guardan mis
manos fue publicado por la Editorial Oveja Negra (Seix Barral) en
1984 porque la Dictadura Argentina (1976 - 1983) no quería ver a Dos
Passos ni en pintura.
Seguramente el brillante escritor estaría
feliz por eso, ya que, odiaba los autoritarismos tanto de izquierda como de
derecha aunque se paraba un paso más a la derecha del centro hacia el final de
su vida.
Tiene el libro unas 256 páginas llenas de
recuerdos. Es por demás interesante, ya que, estoy descubriendo al hombre
detrás de la literatura.
Me permite reforzar mi teoría de que el
escritor debe ser autentico en cuanto a su palabra y su accionar. No se puede
decir y escribir una cosa y hacer todo lo contrario.
Tal vez por mi Educación Católica, tanto
en mi hogar familiar como en mi escuela, Tengo la necesidad de creer en la
existencia de las “misiones” y en los “deberes” que poco a poco los seres
humanos han ido abandonando desde la seguna parte del Siglo XX.
El libro comienza con una anécdota en la cual
Dos
Passos cuenta que estaba en el restaurante de MOSKOWITZ en el Lower
East Side de New York y un hombre lo interrumpe
para reprocharle que: “no se comporta como deben comportarse los
escritores”.
Estamos ahogándonos en el año
2015, entre noticias horrorosas de la Guerra en casi todas partes y
enfermedades del Legionario.
Nos perdemos por las calles de las grandes
ciudades, como en el final de la película Tron, la película original claro
está. Nos encontramos inmersos y somos
uno más de los circuitos de las
computadoras.
Además, siento que nos extraviamos en los
medios de comunicación, estamos perdidos en las imágenes y de las poses
políticamente correctas que son irreales como un espejismo.
Un hombre de cincuenta años me dijo que los
jóvenes - ¿No es genial que me metiera en esa lista?- estamos “vistiendo
Santos de Madera”.
Por ese motivo agradezco la existencia de la
literatura y en especial de los libros de John Dos Passos.
Luego de sus peleas con Ernest Hemingway por el asesinato de José Robles, un amigo en común
durante la Guerra Civil Española, no me atrevería a considerar a Dos
Passos como un “escritor popular”.
Para ser sincera me cae mal Hemingway después de analizar la desaparición de Robles, a quién puede verse en las fotografías superiores.
Argentina no ha olvidado a sus Desaparecidos y cierta parte de España y Hemingway con su Memoria Selectiva me dan alergia.
Seguramente Dos Passos no habría coincidido con Norman Mailher
o Marshall McLuhan en muchas cosas. Sin embargo, lo persivo como un Ser
Humano auténtico.
Se marchó de la Fiesta cuando se volvió desquiciada. Tenía pactos firmados con
las personas que amaba y respetaba y trató de honrarlos hasta el final de su
vida, sin desfallecer ningún día.
Por eso amo a John Dos Passos, por su fortaleza,
su personalidad y su talento al escribir,
definitivamente un Regalo o un Don de los Dioses.
Lía Olga Herrera Soto
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